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Comentarios de Arte

¡Ven, Luz de nuestros corazones!
por Pierre-Marie Dumont

Cristo y la samaritana, Ca. 1650-1652
por Alonso Cano (1601-1667)
Carta a los lectores
por Pablo Cervera Barranco
Querida familia Magnificat:
Hace unos meses, el Papa nos regalaba un gran documento, la encíclica Dilexit nos (Nos amó), desde la que él mismo dice que debe leerse todo su magisterio anterior (n. 217). Este documento es un bello canto al amor divino y humano del Corazón de Jesucristo. La Iglesia dedica este mes de junio a dirigir su mirada de fe a esa fuente última de salvación de la que brota vida, y vida salvadora:
«Que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno» (n. 220).
El Corazón abierto de Cristo es el signo último que la revelación nos ofrece para adentrarnos en la eternidad. Por eso, en el contacto vivo con él, uno recibe fortaleza, paz, consuelo, perdón, amor redentor, vida. Animo a que todos los miembros de la familia Magnificat lean con gozo esta encíclica tan accesible y apropiada para este mes. Reportará muchos frutos de vida espiritual cristiana.
Estas palabras del Papa me parecen su mejor resumen:
«Me mueve a proponer a toda la Iglesia un nuevo desarrollo sobre el amor de Cristo representado en su Corazón santo. Allí podemos encontrar el evangelio entero, allí está sintetizada la verdad que creemos, allí está cuanto adoramos y buscamos en la fe, allí está lo que más necesitamos. Ante el Corazón de Cristo es posible volver a la síntesis encarnada del evangelio» (nn. 89-90).
¡Gracias, Santo Padre, por este gran regalo que nos ha hecho!
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En Jesús y María,
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